Está visto que este ha
sido el verano de la decepción. Con Elysium se repite la misma sensación, en
mayor o menor grado, que he tenido con cada blockbuster veraniego del 2013: entretenido, pero por debajo de lo esperado, lejos de las posibilidades que ofrecía. A
la vista de argumento, director, reparto y tráiler, Elysium prometía ser más que un
film de acción, una reflexión sobre las diferencias sociales con esa sociedad
¿futurista? dividida entre archimillonarios que viven en una colonia espacial
con todas las comodidades y megapobres condenados a sobrevivir en una Tierra
convertida en basurero.
Pero hete aquí que lo
que presenta Neill Blomkamp, muy por debajo de su debut, Distrito 9 (2009), no es más que una peli de
tiros que tarda en arrancar, y que apenas profundiza en su argumento. De hecho,
el film apenas tiene guión, de modo que Blomkamp se luce mucho más como director, ahí
poco se le puede reprochar, que como escritor, donde apenas se estruja el
cerebro, nos regala un final escandalosamente simplista y con nula credibilidad… y encima nos martiriza con la escena de la monja y el protagonista de
niño, que no solo nos recuerda una y otra vez con voz en off, sino que nos
muestra una y otra vez, insistiendo en el manido recurso del ‘elegido’.
Por encima de un
cumplidor Matt Damon, al que como de costumbre es difícil reprocharle algo, y
una Jodie Foster a la que apenas dejan lucirse, el amo de la función es Sharlto Copley -protagonista de Distrito 9 y Murdock en la versión cinematográfica de El equipo A-,
como el malo de la función, que es a la vez lo mejor y lo peor de la misma. Lo
peor, porque, más allá de insistir con que los pobres no tienen derecho a ir al
médico, esto es Hollywood, así que se pasa muy de puntillas por el tema de las
clases sociales. Es decir, el malo no es el presidente de Elysium (tampoco se
entra demasiado a explicar la situación política de este hipotético futuro) que
prohíbe la inmigración, sino una ministra que ve amenazado su puesto por su
afición a cargarse a las ‘pateras’ a cañonazos y trama un golpe de estado. Y
por si eso no fuera suficiente, luego soltamos al perro de presa, que
simplemente es un terrorista sanguinario al que solo le importa matar, ya sea
terrestres o elisianos.
Así que el malo se
carga cualquier posibilidad de que esto sea una película seria… pero a cambio,
gracias al carisma y testosterona que derrocha Copley en cada plano, podemos
disfrutar con el malo más implacable visto en una pantalla de cine desde
Terminator (1984), y de una pelea final a brazo partido a la altura de la vista entre
Batman y Bane en el cierre de la trilogía de Nolan.
Si vais a ver Elisyum
buscando simplemente un rato de diversión, cine palomitero sin más, tiros y
acción, lo pasaréis bien. Si queréis algo más, olvidadlo. Parece que lo del
cine para pensar no está de moda.
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