Y va y cuando menos te
lo esperas… Pues sí, amigos, El Llanero Solitario es el blockbuster del verano,
y mira que era el que más recelos me inspiraba. Pero el caso es que GoreVerbinski nos ha servido una generosa (2.20 horas, igual un pelín demasiado)
ración de western en versión espectáculo… que sobre todo hará las delicias de
los más jóvenes de la casa.
Y es que también
debemos recordar que el nuevo intento del productor Jerry Bruckheimer de lograr
una nueva franquicia al más puro estilo Piratas del Caribe, parece que ha
vuelto a naufragar (ya ocurrió con Prince of Persia) ante la pobre acogida del
film en los USA después de su derroche de medios y presupuesto. ¿Qué ha fallado?
Pues que los
norteamericanos no están acostumbrados precisamente al western en clave de
humor, y menos en una época en la que, echando la vista atrás unos pocos años,
los últimos westerns que se han ganado el aprecio de público y crítica
–Bailando con lobos, Sin perdón…- han optado por la versión más seria y
realista del género.
En cambio, Verbinski apuesta por la visión más lúdica del western y nos ha regalado ‘una de vaqueros’
como las llamábamos de niños. Y esa es la clave, desde el inesperado prólogo en el que el director deja claro qué es lo que vamos a ver: un cuento cargado
de humor y fantasía, en el que no importa que a veces alguna cosa no cuadre, o
directamente no tenga ni pies ni cabeza, mientras cumpla su función de
maravillar a ese niño que escucha embobado las míticas aventuras del Llanero
Solitario, y que irá apareciendo puntualmente para preguntar una y otra vez como hacen los niños.
Pero lo que de verdad
sitúa a este film por encima del resto de blockbusters de la última temporada
estival es que, no solo Verbinski, por lo demostrado hasta ahora, es mejor
director que Zack Snyder, J. J. Abrams o Neill Blomkamp, sino que a diferencia de ellos, y
por suerte para él, no se ha plegado a los estudios y ha hecho exactamente lo
que ha querido.
El Llanero Solitario no
es una película en la que su director sigue su dirección y a mitad del metraje
hace lo que le ordena el estudio, como ocurrió con el último Superman; no es un
remake que no quiere que nadie sepa que lo es, como el último Star Trek, ni es
una ensalada de tiros por mucho que nos venda que es una reflexión social, como
Elysium.
Verbinski ha hecho el
film tal como quería, tal vez porque Bruckheimer confía en él ciegamente
después de tres entregas de Piratas del Caribe… aunque me sigue extrañando
mucho que con el bombo que le han dado a la participación de Helena BonhamCarter en la película, tanto ella como su circo apenas estén en pantalla unos
10 minutos… lo que por otra parte se agradece, ya que en ese tramo parece que
el film lo dirija Tim Burton.
Eso sí, el director no
se recata a la hora de, como ya ocurriera en la primera escena del último
capítulo de la segunda temporada de Juego de Tronos, justo tras la gran batalla
de Aguas Negras, recrearse en un plano en el que vemos con todo lujo de detalles como un caballo suelta…
toda su carga, pero encima aquí va más lejos.
Verbinski se permite además ir lanzando cargas de profundidad a lo largo del
metraje, como mostrarnos un héroe al que no le queda más remedio que ocultar su
identidad y ponerse al margen de la ley dado que ésta solo sirve a quien tiene
el poder económico, que además controla al ejército… ¿a qué me suena?
Más: mostrar Estados
Unidos como un país que se ha forjado gracias a ladrones y a arrebatarle lo
suyo a quien no podía defenderse; mostrar que el personaje aparentemente más
respetado socialmente es el mayor criminal; a un capitán del séptimo de
caballería al que no le importa mentir y matar con tal de mantener su posición,
o a un ejército masacrando con ametralladoras a indios a caballo.
¿Empezamos a ver por
qué el film no ha gustado en los USA?
Y es una lástima
porque, como dije, Verbinski recupera todo el sabor de la aventura en estado
puro. El referente más cercano de esta adaptación de El llanero solitario no es
otra que Rango, ese western también protagonizado por Johnny Depp, aunque con
el aspecto de un camaleón… y que también dirigió Verbinski.
Como en dicho film,
aquí el héroe, el Llanero Solitario, lo es de la manera más accidental e
involuntaria, y cede buena parte del protagonismo a su clásico compañero, el
indio Toro, personaje muy alejado del capitán Sparrow, que sustituye su
verborrea por breves sentencias y un rostro que recuerda poderosamente… a
Buster Keaton.
Porque Verbinski no
solo, aunque parezca sacrilegio, nos muestra Monument Valley como nadie lo
había hecho desde John Ford, con unas panorámicas espectaculares, sino que en
su afán por rodar un western total toma buena nota de El maquinista de la
General para un frenético e hilarante tramo final, en el que una buena señora
no dejó de reírse a carcajadas unas butacas detrás de la mía, y donde por cierto se marca hasta un autohomenaje recordando la primera aparición de Sparrow.
Eso sí, también hay momentos
para la instrospección, como el flashback en el que se nos narra el origen de
Toro, que deja de ser el payaso que ha sido hasta ese momento al revelársenos
su trágico pasado. Y encima la trama romántica no es tan tópica como en,
Piratas del Caribe, por ejemplo, con una Ruth Wilson que ya me ganó en la mini serie
The prisoner.
Pero, ante todo, El
llanero solitario es diversión. Verbinski tiene el acierto de utilizar como
fondo sonoro en un par de ocasiones el tema original del personaje, el del serial
radiofónico, ¿quién no escuchó de niño esa emocionante tonada?, y por supuesto,
las imágenes que presenta son las que concuerdan con esa música: nada de
seriedad, por favor, esto es, ni más ni menos, una de vaqueros.
El detalle: William Fichtner, a quien
también hemos visto este verano en Elysium, es aquí uno de los malos-malos, con un cambio
de look total, en el que no faltan el diente de oro, la cicatriz en la mejilla
ni mugre para parar un tren. Y se nota que se lo pasa bomba... como esa particular versión de Silver, el caballo del protagonista, muy, muy pasado de vueltas.
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