Empecemos
dejándolo claro. Mucho me temo que la segunda temporada de Juego de Tronos no
está a la altura de la primera, o sea que mal vamos dado que la historia va
para largo.
Esta
segunda entrega empieza con el problema de haber perdido varios de los
personajes más emblemáticos de la primera temporada, así que lo siguiente ya es
SPOILER si no habéis visto la primera decena de episodios. Ya no está el
patriarca de los Stark, algo así como el protagonista del arranque de esta saga
épica, pero tampoco tenemos al rey Baratheon ni a Khal Drogo, vaya, los personajes más carismáticos.
A
ello se le suma la escasa presencia en pantalla de varios de los protagonistas
que siguen con la cabeza sobre los hombros en el inicio de la segunda
temporada. El ejemplo más claro es el 'Matarreyes', cautivo de los Stark toda la
temporada, que apenas aparece hasta mediada la temporada, aunque aprovecha
cada una de sus intervenciones.
Sin
llegar a esa casi desaparición del personaje, tanto John Nieve como Daenerys
Targaryen dejan mucho que desear en estos nuevos episodios. Y es que si el
nuevo rumbo de sus tramas fue lo mejor del cierre de la primera temporada,
ambas se quedan en muy poca cosa: pocos minutos en el metraje global y escaso
interés. En el caso de la Madre de Dragones apenas destaca el desenlace de este
nuevo arco, mientras que la parte de John Nieve se supone que mejorará en los
próximos episodios con la presencia del Rey más allá del muro.
En
cambio, pocos hubiéramos imaginado que uno de los personajes que iban a
acaparar mayor protagonismo era Theon, que tras reencontrarse con su familia en
las Islas del Hierro toma una decisión que le supondrá muchos quebraderos de
cabeza… y también a los habitantes de Invernalia.
Como
cabía esperar, Desembarco del Rey y sus intrigas palaciegas acapara buena parte
del metraje, con Tyrion, ahora nueva Mano del Rey, y su hermana Sersei
protagonizando los mejores diálogos, sobre todo en cierta ocasión en la que ella
se sincera con él. Quienes aparecen menos por las estancias de Desembarco del Rey son 'Meñique' y Varys, que protagonizaban muchos de los mejores diálogos de la anterior temporada.
El caso es que, de una manera mucho más evidente que en la primera temporada,
los guionistas se las ven tiesas a la hora de adaptar las novelas de George R.R. Martin -en este caso Choque de Reyes, segunda parte de Canción de hielo y fuego-, con su multiplicidad de tramas y personajes. Así que no es raro que
personajes y tramas desaparezcan durante capítulos enteros de la pantalla, o
apenas tengan unos minutos en cada capítulo. Porque encima los personajes
siguen multiplicándose en esta segunda temporada, centrada en los
enfrentamientos entre los distintos pretendientes al Trono de Hierro, con la
aparición, apenas bosquejada, de la esposa de Renly Baratheon o la bruja aliada
con Stannis Baratheon, que casi parecen estar ahí más para desnudarse, dado que
las ‘veteranas’ de la primera temporada ya no parecen dispuestas a hacerlo.
Entre
esas recién llegadas, por cierto, encontramos a Oona Chaplin, tras su aparición
en la española ¿Para qué sirve un oso? (2011), convertida en interés romántico de Robb
Stark, algo ñoño en esta temporada, en la que también su madre, Catelyn, no se
luce tanto como antes.
Puestos
a destacar tramas, desde luego me quedo con la de la pequeña Arya (su hermana
Samsa sigue a lo suyo, sufrir junto a su prometido Geoffrey), sobre todo con
esa curiosa relación que entabla con el patriarca de los Lannister, sin que
este conozca su verdadera identidad, y la aún más curiosa con cierto mercenario que
protagoniza algunos de los momentos más inspirados de la temporada.
Pese
a todo la serie sigue mostrando un gran nivel en todos los aspectos, y continúa
pareciendo un ‘greatest hits’ con las mejores escenas de los libros: ahí está esa bofetada de Sersei a Geoffrey o la impactante escena en la que Sersei (siempre Sersei) y 'Meñique' 'discuten' sobre qué es el poder. Y cómo no,
el momento álgido es el capítulo 9, en el que desaparece la multiplicidad de
tramas para narrar a lo grande la batalla de Aguas Negras, con su inicio naval
y luego el asalto a Desembarco del Rey. No solo logran estar a la altura de la
batalla del abismo de Helm en la adaptación de El Señor de los Anillos: Las dos
torres, sino que por fin logran quitarse de encima la sombra del discurso de
Mel Gibson en Braveheart (1995) y su ‘pero no nos quitarán la libertad!’, haciendo
algo diferente. Claro que es Tyrion quien habla a las tropas esta vez.
Inciso:
El guión de este capítulo corre a cargo del propio George R. R Martin, quien
mejora el original literario (no he leído ninguno de los libros pero sí ese
párrafo), aunque luego en el volumen deja una brillante coda: tras soltar el
discurso, Tyrion corre a luchar ‘confiando en que alguien le estuviera
siguiendo’.
Por
cierto, entre lucha y lucha, de todo el episodio de Aguas Negras me quedo
con los diálogos entre una cada vez más borracha Sersei y Samsa en la cámara en
la que se ocultan las mujeres. Y es que, como suscribiría sin duda la madre de
Geoffrey, hay que tenerlos bien puestos para ser reina, mi palomita.
Como
en la temporada precedente, el último episodio sirve para atar algunos cabos,
especialmente con Daenerys, John Nieve y la situación en Invernalia, y apuntar
las líneas argumentales para la tercera temporada. El final no está tan logrado
como en la primera entrega, aunque también deja sin respiración ese plano
final, que podemos titular Juego de Tronos meets The Walking Dead. Y a buen
entendedor…
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