martes, 9 de julio de 2013

Hollywood se carga otra vez a Superman


Donde quiera que esté, Christopher Reeve puede seguir tranquilo, nadie le tose como el Superman definitivo en la gran pantalla. Y es que Hollywood ha vuelto a arruinar el enésimo relanzamiento del superhéroe por excelencia. No sé si la taquilla permitirá que Henry Cavill vuelva a encarnar a Clark Kent/Kal-El, pero la cinta de Zack Snyder no ha mejorado el anterior intento, la incomprendida Superman Returns (2006) de Synger.

Primera gran decepción del verano, ya que a tenor del tráiler parecía que podíamos estar ante el blockbuster del año, pero va a ser que no. Y el punto de partida no era malo, solo que Hollywood se ha empeñado en dejar su huella. La versión corta es esta ecuación:

Avatar+El árbol de la vida+Transformers = The man of steel.

Vamos con la versión larga. Synger cometió el grave error de reverenciar los que siguen siendo los dos mejores films de Superman, los dos primeros de Reeve, y situar su película como una tercera parte, a pesar de que el público actual, sobre todo el más joven, no conoce aquellos precedentes. En cambio, el guión de David S. Goyer, el mismo de los tres Batman de Nolan, apuesta por contar la historia desde el principio, de modo que estamos claramente ante un Superman Begins.

Y ya que hay que empezar por el principio, vayamos a Krypton. El film arranca con un largo prólogo en el que concede todo el protagonismo a RussellCrowe como Gladiator, digo Jor-El, metiendo la quinta marcha desde el primer segundo, con acción sin pausa y claras reminiscencias de la Pandora del film de Cameron. Digamos que aquí falla la dirección, demasiado acelerada, mientras el público poco conocedor de la historia trata de procesar toda la información. Crowe, por su parte, se limita a hacer lo que tan bien sabe, aunque ya cansa: de sí mismo. Lástima que insista en salir una y otra vez a lo largo del metraje, sobre todo en cierta escena con Lois Lane, poco menos que ridícula.

A partir de ahí viene el mejor tramo del film, el que, seguramente, proviene de la mente de Nolan. En el presente Clark encuentra la Fortaleza de la Soledad, y de paso a Lois Lane (además de un traje muy ceñido y una maquinilla de afeitar), mientras los flashbacks nos muestran su niñez y adolescencia. Ahí es donde Diane Lane cumple como bondadosa ma' Kent y Kevin Costner se agiganta como el mejor secundario del film, en una versión de pa' Kent muy oscura, bien distinta de la que nos ha acostumbrado la televisiva Smallville.

Y es que uno de los puntos fuertes del film es enfrentar la visión de Jor-El, según la cual Superman debe mostrarse a la humanidad y convertirse en un símbolo para que explote su potencial, con la del padre humano de Clark, que nos conoce bien y teme la reacción de los hombres cuando sepan la verdad sobre su hijo. Incluso llega a plantear si es aceptable que Clark no utilice sus poderes, a costa de las vidas que podría salvar, con tal de mantenerse en el anonimato.

El otro gran tema, ya puestos, es si la humanidad merece que este dios que es Superman la salve de otro dios vengativo, el general Zod, el malo de la peli, empeñado en convertir la Tierra en Krypton, a costa de la vida de todos los humanos si es necesario. Y surge la gran pregunta: ¿por qué Superman se pone del lado de los terrestres?

Ahí es donde la película se viene abajo, ya que tras un tramo que evoca al mejor Terrence Malick, y concretamente al de El árbol de la vida (2011), con ese niño que busca sus orígenes y su destino en un pueblecito de la América profunda, se muestra incapaz de responder a la citada pregunta. De hecho, cuando el propio Clark no sabe para dónde tirar, no busca consejo en su madre ni en su amada… sino en una iglesia, en un tosco intento de darle una justificación religiosa a las motivaciones del protagonista… que no pega ni con cola. Pero es que son americanos...

Y a partir de ahí, como si se tratara de recuperar el tiempo perdido, después de una hora de película sin una sola escena superheroica, Michael Bay se adueña de la cámara y tenemos una sucesión interminable de tortas que apenas se salva por su brutalidad y realismo. Impagable la batalla en Smallville, donde por primera vez Clark desata toda su fuerza, bastante más aburrida toda la parte final (no hablemos de esos tentáculos cansinos…), aunque la destrucción de Nueva York sea más realista que en Los Vengadores, y ofrezca la mejor escena del film a Laurence Fishburne. Y es que si Samuel L. Jackson puede ser Nick Furia (de hecho, el Nick Furia de los Ultimate, la versión renovada de Los Vengadores, tomó a Jackson como modelo, con el mismo look con el que aparece después en Los Vengadores), ¿por qué Fishburne no puede ser... Perry White?

En cuanto al duelo final, a medias épica pura, a medias con la sensación de ¿a qué esperan para hacer un kame-ame (ya me entenderán los que se criaron con Bola de Drac)?

Total, que Nolan quiso hacer un drama en el que se reflexionara sobre qué ocurriría si de verdad existiera alguien con los poderes de Superman, pero a Hollywood solo le interesaba ‘una de superhéroes con mucha acción’. Así que The man of steel se queda a medio camino en ambas direcciones, por lo que dudo que contente a nadie.

En cuanto al apartado actoral, Amy Adams cumple como Lois, aunque la sombra de Margot Kidder también es muuuuy alargada, pero el problema es Cavill, más soso que soso, sin ninguna expresividad, por lo que todas las escenas con Lois naufragan y esta acaba quedándose como mero objeto de rescate una y otra vez. Por no hablar de que Adams y Cavill más parecen madre e hijo que otra cosa... 

El guión, además, prescinde la identidad de periodista de Clark, que deja para la próxima entrega, si es que la hay. Una secuela en la que la gran esperanza es que el enemigo sea Lex Luthor, que a diferencia de Zod, no tiene superpoderes, por lo que no parece que sea probable una nueva ensalada de puñetazos. Lex es más sutil, veremos si lo es la próxima entrega.


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