Y acabamos por ahora con los posts dedicados al universo trekkie, a la
espera de que me acerque al cine a ver En la oscuridad. Hoy toca Némesis (2002), que hace una década sirvió para despedir las cuatro entregas protagonizadas por la Nueva Generación
después de las seis de los personajes originales. Mucho se ha hablado estos días sobre cuál es la mejor película de la saga.
Desde luego, para mí lo son las dos primeras, Star Trek (1979) y La ira de Khan (1982), más el
debut de Abrams y la que nos ocupa, un buen cierre para las aventuras del
capitán Pickard y los suyos.
Némesis, la verdad sea dicha, fue, por un lado, un intento de relanzar la
franquicia, que se había ido desinflando con los años –hasta el punto de que en
la anterior entrega, Insurrección (1998), aparecía Anne Igartiburu-, y supongo que por
ello Jonathan Frakes, director de las dos últimas películas de la saga, cedió
dicho apartado a Stuart Baird para centrarse en su papel de William T. Riker. Pero, visto lo
visto, también parece que quisieron cerrar la versión cinematográfica de la
Nueva Generación, incluyendo la muerte de uno de los pilares de la saga.
El film arranca con la boda de dos de los protagonistas, Riker y la consejera Troy, para a
continuación emerger un nuevo villano, que al igual que ocurrirá con Nero en el
debut de Abrams, y me veo venir que con el personaje interpretado por BenedictCumberbatch en En la oscuridad, tiene sus motivos, y digamos que ‘la vida me ha
hecho así’. Vaya, que no son malos porque sí, siguiendo la tendencia de los
últimos tiempos.
Un villano que, sin destripar, y esta es la clave del film, es un clon
juvenil del propio Pickard, lo que da para mucho, al igual que el hallazgo de
una versión más antigua de Data, el androide que en la Nueva Generación ocupa
el lugar de Spock. Los dos personajes, los de siempre y sus nuevas contrapartidas,
acaparan todo el protagonismo, reduciendo al mínimo a varios de los tripulantes
habituales como el klingon o la doctora Crusher. Por cierto que para encarnar al villano de marras eligieron a un jovencísimo y entonces desconocido Tom Hardy, que una década después ampliaría su galería de villanos con Bane en el último Batman de Nolan.
Más modesta en medios que el relanzamiento de Abrams, tiene sus dosis de
espectacularidad, aunque prolonga en exceso toda la parte final en el espacio,
con dos naves y el firmamento como único y oscuro escenario. Pese a ello no deja
de ser una gran aventura, pero muy poco disfrutable por quienes no sean
seguidores, no ya de Star Trek, sino de la Nueva Generación. Y ahí es donde los
productores vieron claro que había que relanzar la franquicia y orientarla… a
las nuevas generaciones.
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