Lo tenía muy, pero que muy difícil la segunda temporada de The Killing para
estar a la altura de la primera. Y lo cierto es que casi supera tamaño reto.
Casí, porque el principal problema es que no debería haber habido segunda
temporada. La primera fue redonda, una obra maestra, y en el último capítulo
todos los cabos quedaron perfectamente atados y el asesinato en cuestión
resuelto de forma creíble… Pero la serie fue un éxito rotundo en los USA (aquí
la emitió La Sexta, y en vista de los pobres resultados seguimos esperando la
segunda temporada…) y había que seguir exprimiendo el filón.
Así que, muy en la línea del desenlace de la segunda entrega de Homeland,
justo en el último momento se producía un sorprendente giro argumental
que lo ponía todo patas arriba. ¿Qué ha ocurrido después? Pues que durante toda la segunda temporada permanece esa sombra, la de que nada de lo que estamos
viendo ya es real, sino que la serie debería haber acabado en su momento.
Cierto es que el nivel de estos capítulos es el mismo que el de los anteriores,
o incluso superior, pero tras tantos giros de guión, tantas sorpresas y tantos
sospechosos, casi da igual saber quién mató a Rosie Larsen y por qué.
Casi, porque a pesar de todo el último episodio de esta tanda, en el que ya
sabemos quien es el asesino pero no sus motivaciones, con flashbacks en los que
asistimos a los últimos momentos de la vida de Rosie, logra conmover casi tanto
como aquella mítica llamada de teléfono del primer episodio.
Esta segunda temporada, que, ojo, guarda sorpresas hasta casi la última
escena –no penséis que todo se desvela en el penúltimo episodio, ni mucho
menos-, recurre a la teoría de la conspiración para mantener el suspense. Sin
desvelar mucho, el dúo investigador formado por Linden y Holder se rompe ya en el
primer episodio tras lo ocurrido en el cierre de la anterior tanda, pero será
algo temporal y pronto les tendremos a los dos contra el mundo, ya que todos
parecen empeñados en obstaculizar la investigación y parece que nuestros protagonistas
se enfrentan a gente muy poderosa.
Esa será una de las bazas de la temporada. Otra, el calvario de Richmond, nuestro
candidato favorito a la alcaldía, que tendrá que recomponerse en todos los
sentidos tras el final de los anteriores episodios, mientras continúa la cuenta
atrás al día de las elecciones, precisamente en el penúltimo capítulo de esta
nueva entrega.
La vida también continúa siendo dura para los Larsen. Aquí lo más negativo
es que la madre de Rosie, personaje fundamental en la primera temporada, casi
desaparece de escena, emprendiendo una búsqueda de paz interior que la llevará
a abandonar a su familia. Campo libre para el acercamiento entre Stan y su
cuñada, mientras el pasado mafioso del patriarca de los Larsen no deja de acecharle, lo que también
dará muy buenos momentos.
Pero quienes peor van a pasarlo son nuestros héroes. Linden tendrá que lidiar
por mantener junto a ella a su hijo, pasando incluso por el manicomio, mientras Holder vuelve a ser tentado por las drogas. Todo en una Seattle tan oscura y
lluviosa como en la primera temporada.
En definitiva, para quienes quieran darle una oportunidad a esta segunda
entrega y no quedarse con el final de la primera, lo que tenemos, como en la segunda temporada de Homeland, es la continuación de la historia de Rosie Larsen, que termina de
desvelarse por completo hasta ofrecernos, ahora sí, el desenlace definitivo, tras unos capítulos tan absorbentes y adictivos como los de la primera tanda, con la que compone un todo.
Eso sí, la resolución del caso Larsen no supone el final de The Killing,
que acaba de estrenar una tercera temporada. No lo ha tenido fácil, dado que
las críticas al final de la primera entrega y el bajón de audiencia en la
segunda llevaron a la cancelación de la serie… hasta que la productora ha
encontrado un nuevo canal que la compre. Así que Linden y Holder ya tienen entre manos
un nuevo caso. ¿Será tan potente como el asesinato de Rosie Larsen?
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