viernes, 1 de octubre de 2010

De cómo Ivanhoe y Robin Hood liberaron a Ricardo Corazón de León

Hoy toca retomar la sección de clásicos, que tengo bastante abandonada, con un film cuya revisión resulta más pertinente que nunca, ‘Ivanhoe’ (en la versión de 1952, dirigida por Richard Thorpe), gracias a la ‘actualización’ del mito de Robin Hood abordada este año por Ridley Scott. Y es que la cinta de Thorpe resulta una perfecta continuación de la del mayor de los Scott, además de abrir el periodo dorado de este director, que se completó con otros tres films de aventuras emblemáticos: 'El prisionero de Zenda', 'Los caballeros del rey Arturo' y 'Todos los hermanos eran valientes'.

La película protagonizada por Russell Crowe, al margen de sus valores artísticos, se ciñe bastante a la realidad histórica y concluye mostrándonos cómo Robin se convertía en un proscrito al no apoyar al rey Juan tras la desaparición de su hermano Ricardo Corazón de León. Más o menos, ahí es donde arranca ‘Ivanhoe’, con el protagonista descubriendo que el monarca no ha muerto, sino que permanece cautivo ya que Juan no quiere pagar su rescate para así poder seguir gobernando.

A partir de ahí, Ivanhoe, con el porte galán de Robert Taylor, trata por todos los medios de obtener el dinero para el rescate, sucediéndose las clásicas justas a caballo y un espectacular asalto al castillo. En esta batalla es donde asume el protagonismo Robin Hood, que hasta ese momento había tenido varias breves apariciones. En este film se le llama Robin de Locksley, y aunque no lleva el sombrerito que popularizara Errol Flynn ni capucha alguna, es evidente que se trata del mismo personaje, al que acompaña una suerte de compañero bonachón que parece un cruce entre Little John y Fray Tuck.

Por otra parte, quienes piensen que es en la cinta de Scott donde Robin cuenta con más arqueros están bastante equivocados. Nunca ha contado con un ejército como el que participa en el asalto al castillo de ‘Ivanhoe’, aunque algunas lluvias de flechas queden un tanto postizas. Pese a ello, dicha secuencia es una buena muestra de que décadas atrás no había dinero ni medios para filmar batallas con el realismo actual, pero no por ello el resultado era menos emocionante una vez proyectado en la pantalla.

Cómo no, ‘Ivanhoe’ concluye con el regreso triunfal de Ricardo y la abdicación de Juan, cerrando así un metraje en el que la magia del Hollywood dorado solventa la simpleza de la trama y lo envarado del lenguaje, aprovechando para lanzar un mensaje de tolerancia entre religiones.

Por supuesto, por magia entendemos el carisma, más que de Robert Taylor, de la otra Taylor del reparto, Elizabeth, que se imponía por completo a la otra figura femenina de la función, Joan Fontaine, pese a que ésta ya tenía un Oscar y la Taylor apenas era entonces una estrella juvenil. Pero a Elizabeth le bastaba ya entonces mirar a la cámara para dejar claro que iba a convertirse en una de las mayores estrellas de Hollywood.

El detalle cinéfilo: Entre los secundarios del film, otra de sus bazas, encontramos a George Sanders, en un papel de malvado enamorado de la Taylor, con un curioso pelucón que lo aleja de la imagen de dandy que ofreció en ‘Eva al desnudo’ o ‘El retrato de Dorian Grey’, dos de sus papeles más celebrados.

Os dejo con los títulos de crédito y la música del gran Miklos Rozsa, que ya te ponía bien épico...


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