miércoles, 6 de abril de 2011

Laura, hechizo inmortal

‘Laura’ es una de esas películas a las que uno siempre acaba volviendo, para descubrir que su capacidad de fascinación sigue intacta por más años que pasen y por más veces que uno la haya visto. Sólo por ella Gene Tierney tiene un lugar propio en la historia del cine, y aunque su filmografía tiene unas cuantas joyas más, es evidente que para los amantes del séptimo arte, ella siempre será Laura.

"Nunca olvidaré aquel fin de semana en el que murió Laura. Un sol de fuego ardía en el firmamento como a través de una gigantesca lente. Fue el domingo más caluroso que recuerdo. Tenía la sensación de que yo era el único ser humano que se había quedado en Nueva York, puesto que desde la horrible muerte de Laura me sentía solo. Yo, Waldo Lidecker, era el único que la había conocido de verdad y empezaba a escribir la historia de Laura, cuando uno de esos inconfundibles policías vino a verme. Le hice esperar. Pude observarle a través de la puerta entreabierta. Vi que fijaba su atención en mi reloj. Sólo existía otro igual a aquel y estaba en el apartamento de Laura, en la misma habitación en la que fue asesinada".

Este monólogo, y el enigmático tema musical de David Raksin, constituyen uno de los mejores inicios de una película en la historia del cine, que sirve para enmarcar la trama y a la vez presentar al otro personaje inolvidable de este film, Waldo Lydecker, que ejercerá como magistral narrador y dio a Clifton Webb (imprescindible la V.O.) la oportunidad de lucirse en un papel magistral, el de un periodista y creador de opinión de personalidad única. Tan inolvidable como él resulta su primera aparición, tecleando una máquina de escribir mientras está sumergido en una bañera para mitigar el calor. Así recibe al tercer protagonista de la cinta, el detective que investiga el homicidio de Laura. Dana Andrews asume este rol, muy en la línea de sus papeles habituales de galán y tipo duro, pero llevándolo un poco más lejos que de costumbre.

Y es que ‘Laura’, sí, es una cinta de intriga policíaca con giros inesperados, en la que nada es lo que parece y la investigación de un asesinato es el eje de la trama, pero es mucho más. Es la sublimación del eterno femenino, del poder fascinador de una mujer, tal como experimentará el policía protagonista, que casi sin darse cuenta se convierte en la última víctima del encanto de Laura, enamorándose de ella pese a no haberla conocido, rindiéndose al modelo de perfecta belleza y elegancia del que todos le hablan, obsesionándose con ella, con su retrato y con el misterio de su muerte hasta el punto de pensar en ella como si estuviera viva.

Lo único malo de volver a ver ‘Laura’ es que se pierde el factor sorpresa, ya no es igual esa secuencia que hace inolvidable la primera visión… pero casi, ese es su mérito. Todo él recae en un director como Otto Preminger, que nunca volvería a rozar así la perfección, y en un reparto encabezado por dos actores en absoluto estado de gracia y nacidos para sus papeles, Gene Tierney y Clifton Webb.

El detalle: No me olvido de Vincent Price, el ‘sospechoso habitual’ de la película, en uno de los habituales papeles de galán de sus inicios cinematográficos, tan alejados de aquellas películas de terror que le inmortalizarían junto al director Roger Corman.


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