miércoles, 27 de abril de 2011

Y el barco se fue a pique

Pues sí, lo reconozco, he visto la primera temporada de ‘El barco’. ¿Por qué? Bueno, la premisa era demasiado buena como para no darle una oportunidad: el mundo se acaba y solo queda la tripulación de un barco perdido en el mar. Cierto, también se veía venir que la serie no sería nada del otro mundo y se echarían a perder las posibilidades del argumento, aunque de ahí al desastre que ha sido…

El mundo se ha acabado, y por lo visto los guionistas también. Uno de los mayores problemas, que no el único, de ‘El barco’ son sus flojos guiones. Al igual que el resto de series españolas, padece una lacra endémica: capítulos de una hora y 20 minutos, el doble que la duración media en USA. Y eso hace que sean insoportablemente largos, y más con anuncios de por medio. De las pocas que han evitado esto es ‘Doctor Mateo’, donde muchas veces las tramas no duran más de 40 minutos y da la sensación de que en lugar de un episodio sean dos consecutivos, algo es algo. Y al igual que la mayoría de series, la trama central avanza muy, muy lenta. Lo mismo ocurre en su serie ‘hermana’, ‘Los protegidos’, de la que me ocuparé cuando acabe de ver la segunda temporada (y que esté tranquila A3: todo lo que está mal en 'El Barco' está bien en 'Los protegidos'), pero en ‘El barco’ es exagerado: para ver una buena secuencia hay que tragarse un montón de minutos infumables.

Lo único que tienen claro los guionistas es que ‘cuando se acaba el mundo, hay que arrimarse’, de manera que toda la tripulación va loca por 'pillar cacho' y hay que ingeniárselas para que los tripulantes se despeloten con la menor excusa. Por lo demás, queda claro que los guionistas se han visto unas cuantas películas de terror, porque en estos primeros 13 capítulos hemos tenido remakes (bastante desafortunados en su mayoría) de, a bote pronto, ‘Tiburón’, ‘Los pájaros’ y ‘La niebla’, por no hablar del capítulo en el que hacía mucho, mucho calor… y otra vez todos medio desnudos.

Por el camino se han dejado algunos misterios sin resolver, lo justito como para mantener el interés, sobre todo en el único capítulo con trama decente, el del primer viaje del ‘Estrella Polar’ durante la segunda guerra mundial, con un misterioso pasajero que parece conocer el futuro.

La serie también adolece, no ya de unos efectos especiales patéticos (lamentable, muy lamentable la secuencia inicial de la catástrofe, ni de serie B), sino de falta de director, lo que desluce cualquier secuencia y provoca momentos ridículos cada dos por tres. Los ha habido, y muchos, aunque me quedo con el ‘funeral por el mundo’: inenarrable.

Los únicos capaces de salvar la situación han sido algunos de los actores. Por ejemplo, en el último capítulo, la secuencia del strip poker se apuntaba a un nuevo ridículo, pero mira, resulta que los actores que interpretan a Piti y al curita (muy desaprovechado todo el tema de que es el último cura del mundo, dicho sea de paso) le dieron la intensidad necesaria y fue el mejor momento del capítulo, y eso que era la trama más tonta.

Pero si se trata de salvar escenas, no estamos hablando precisamente de Juanjo Artero, el mítico Javi de ‘Verano Azul’, digámoslo ya, el gran error de casting de esta serie, capaz de cargarse cualquier escena, ya sea por sobreactuado o por todo lo contrario. Como ejemplo, en el último capítulo no funciona ninguno de sus diálogos con su segundo, Luis Callejo, que alterna aciertos y desaciertos en la serie y se beneficia de compartir muchas escenas con la cocinera, Neus Sanz, una secundaria de raza.

También se salvan 'Piti' y el curita, pero sobre todo el otro vértice de este triángulo amoroso, mejor llevado que el principal, Vilma, que tiene la suerte de estar interpretada por Marina Salas, que como apuntaba en ‘Desaparecida’ o ‘El pacto’, demuestra que tiene un gran futuro por delante. Entre lo mejor está igualmente Gamboa, posiblemente el único personaje con auténtico carisma, y no, no está el amigo Mario Casas, al que hay que reconocer que le han dado un papel a su medida (chulito en su justa medida, buen corazón, que parece que tenga 10 carreras y no haya nada que no sepa hacer, y encima se llama Ulises) pero es que el chico no da para más, ni él ni su voz…

A Irene Montalà la veo un poco perdida como la doctora (con esos flash-backs tan de 'Perdidos'), y Blanca Suárez cumple, mientras que Giselle Calderón parece que está solo para quitarse la ropa.

Mención aparte para 'Burbuja', que parecía que iba a ser el típico bobo para chistes, y esconde mucho más. No solo está dejando ver que Iván Massagué es mucho mejor actor de lo que pensábamos, sino que además parece encerrar todas las claves de la serie.

¿Seguiré viendo ‘El barco’, cuyo éxito parece explicarse únicamente por las fans de Mario Casas? Veremos, porque motivos no hay muchos, y las canciones pegadizas en plan spot que meten en los ‘momentos cumbre’ tampoco ayudan, lo mismo que el montón de ‘product placement’. Que sí, que ya es habitual en todas las series, pero aquí se pasan mucho, sobre todo con cierta bebida refrescante que no voy a mencionar.


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