domingo, 26 de febrero de 2012

Radiografía de la corrupción (urbanística)



Ya lo dije con motivo de la primera temporada de ‘The killing’ y lo repito con la española ‘Crematorio’, a veces la clave está en cuidar el envoltorio. Con la serie protagonizada por Pepe Sancho me ha ocurrido algo bastante habitual: que las expectativas superan a la realidad. Entendámonos. Suelo ver muchas más series y películas norteamericanas que españolas, y es lo que tiene. ‘Crematorio’ está a años luz de la mayoría de series que se hacen en nuestro país, aunque baste recordar obras míticas como ‘Los gozos y las sombras’, ‘Juncal’ o ‘Turno de oficio’ (o las primeras temporadas de ‘Cuéntame’, ya puestos), para desmentir que estemos ante la mejor serie española de la historia. Ocurre también que, comparada con el nivel medio USA, pues igual tampoco hay para tanto… ¿o sí?

‘Crematorio’ presenta una factura impecable, con un estilo visual y una manera de estar rodada, aquí sí, muy USA, incluyendo una casi invisible banda sonora, a excepción de la gran canción 'Precipicio' de Loquillo para los títulos de crédito. No hay estridencias, ni altibajos, y toda funciona como un implacable mecanismo de relojería, alternando el presente con los flashbacks (centrados en cada capítulo en un personaje o momento clave en la historia del protagonista), siempre con un ritmo pausado y elegante, más con un empaque de película que de serie al uso. Y ojo, capítulos de 40 minutos, como en USA, nada de interminables episodios de una hora y media.

¿Y el contenido? Pues nada que no hayamos visto mil veces. Enésima revisión de ‘El padrino’ y similares, la trama nos muestra de nuevo cómo los negocios turbios acaban diviendo a las familias. Aquí la novedad es recurrir a nuestro pasado-presente más reciente, exponiendo de manera brillante y fidedigna cómo la corrupción se ha adueñado de la clase política de nuestro país, al calor del ‘boom’ del ladrillo.

Con diálogos y escenas que nos remiten de inmediato a Marbella, Valencia o Palma de Mallorca, tenemos a promotores inmobiliarios, alcaldes, concejales, presidentes de clubes de fútbol… y el dueño de un tanatorio que en lugar de incinerar los cadáveres, los entierra en cualquier parte y se queda todo el beneficio.




Como en una novela de Auster, el azar se conjura contra el intocable Rubén Bertomeu, todo gracias a un conductor que se salta un STOP delante de una patrulla de la Guardia Civil. Y a partir de ahí, ya lo dijo Murphy, si algo puede salir mal, saldrá peor. Poco a poco iremos conociendo los turbios orígenes de los prósperos negocios de Bertomeu, obsesionado ahora en construir su ‘Marina d’Or’ particular, y cómo sus manejos afectan a todos los que le rodean.

Pero si algo sobresale en ‘Crematorio’, adaptación de la novela del valenciano Rafael Chirbes, es la portentosa interpretación de Pepe Sancho, que con frases como ‘Y además me lo vas a hacer gratis’, se suma a esa lista de mafiosos a los que casi acabas admirando, y que, por ejemplo, quitan y ponen alcaldes a su antojo (Antológico el capítulo 'Un día de pesca'). Solo Alicia Borrachero, fantástica, está a su altura, como esa hija a la que su padre le repugna al tiempo que no puede evitar quererle.

El resto del reparto cumple sobradamente, con mención especial para Montserrat Carulla como la matriarca de los Bertomeu, feliz en su huerto de naranjos. Eso sí, Vicente Romero está luciéndose mucho más en ‘Con el culo al aire’, donde a ese aire de matón le une su fabulosa vena cómica.

Por lo demás, la frase de Bertomeu que abre el primer capítulo es tan demoledora que hace innecesario el resto de lo que viene después: ‘Para que haya ricos, tiene que haber pobres’. (O como dirían en ‘In time’, que cada vez me parece mejor, ‘Para que unos vivan eternamente, otros deben morir’).


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