domingo, 19 de febrero de 2012

Spielberg retoma el legado de John Ford


Lo más probable es que 'Caballo de batalla' no se lleve el Oscar a la Mejor Película. Al fin y al cabo ya han ninguneado a su director, Steven Spielberg, al no nominarle al premio al Mejor Director, cuando, al menos, supera ampliamente en este apartado a uno de los nominados, Woody Allen, que nos ha regalado una deliciosa 'Medianoche en París' pero a años luz del trabajo de su compatriota tras las cámaras en la cinta que nos ocupa. Y, o mucho me equivoco, o solamente otras dos de las nominadas podrán hacerle sombra: 'The artist', y sobre todo, 'El árbol de la vida'.

Spielberg vuelve con 'Caballo de batalla' al cine 'serio', que no frecuentaba desde 'Munich', su última gran obra. Tras las aventuras de Indiana Jones y Tintín, y a la espera de su visión de Lincoln, el director vuelve con un argumento de altos vuelos, una historia 'bigger than life' (más grande que la vida) de esas que suelen gustar a la Academia, aunque no parece que este haya sido el caso. Y lo hace dando lo mejor de sí mismo, devolviéndolos al mejor Spielberg, ese que es el mejor director de la historia.

Pero sobre todo lo hace recuperando su lado más clásico, en un film que recuerda poderosamente al gran John Ford. Con un arranque que nos devuelve al mundo de 'El hombre tranquilo' (ya homenajeado por Spielberg en 'ET') y un bellísimo final (impresionante la fotografía de Janusz Kaminski, como siempre) que remite claramente al de 'Centauros del desierto'. Con la complicidad de Peter Mullan y una espléndida Emily Watson, Spielberg empieza a narrar con mano maestra la historia de un chico y su caballo, de una manera que solo podría haber hecho él. O quizás Lasse Hallström, otro director especialmente dotado para los sentimientos, que logró abordar de una manera única la particular amistad entre un hombre y su perro en 'Hachiko'.

Y es que 'Caballo de batalla' no es la historia de un chico tratando de recuperar a su caballo cuando es vendido para servir de montura en la Primera Guerra Mundial, que también, sino la historia de un caballo, auténtico protagonista de la película, que trata de sobrevivir a la contienda y volver a casa. Si la magistral 'El imperio del sol' nos mostraba la Segunda Guerra Mundial a través de los ojos de un niño, aquí Spielberg hace el más difícil todavía, mostrar la guerra a través de la mirada de un caballo, dándole al film un logrado tono de fábula como solo el rey Midas de Hollywood puede hacer.

Probablemente por ello Spielberg ha optado por ahorrar al espectador cuanta crueldad pueda. La película es dura, desde luego, y hay muchas muertes, pero apenas hay sangre o planos de gran crudeza, y eso que las secuencias de guerra en las trincheras recuerdan mucho a 'Salvar al soldado Ryan'. Valga como ejemplo que varios de los protagonistas mueren, pero esas muertes siempre ocurren fuera de cámara, con magníficas elipsis narrativas, eso sí. Solo hay una muerte a la que el espectador asiste con todo lujo de detalles... pero de eso hablaremos en los spoilers.

¿Significa eso que la película sea menos dura o que tenga menos calidad? Pregúntenselo a Ford o a cualquier director de su época, cuando a nadie se le hubiera pasado por la cabeza, eran otros tiempos, mostrar escenas de combate tan crudas y reales como las de 'Salvar al soldado Ryan', y no por ello se hacían peores películas ni menos duras. Lo repito, Spielberg ha facturado una cinta clásica, que no hubiera desentonado en los 50, y en la que ha procurado mantener ese tono de cuento que resulta incompatible con esos planos sangrientos, a los que el director no necesita recurrir para que las muertes impacten con la misma rotundidad en el espectador.

El film apenas se ve perjudicado por su carácter episódico, ya que una vez Joey, el caballo, se mete en la Primera Guerra Mundial, va pasando de un dueño a otro, participando de esa manera en la vida de múltiples personajes. Spielberg aprovecha entonces para recordarnos que no hay bandos buenos ni bandos malos. En el film aparecen ingleses, alemanes y franceses, y encontramos personas buenas y menos buenas en todos los bandos. Esto se ejemplifica especialmente en la escena en la que un inglés y un alemán interrumpen el combate en plena trinchera para unir fuerzas en aras de un fin común, sabiendo que unos momentos después puede que uno tenga que matar al otro.

'Caballo de batalla' nos devuelve también al mejor John Williams, inspirado como nunca a sus 80 años, sobre todo en el arranque del film, poniendo un conmovedor fondo sonoro a las imágenes de la campiña inglesa y a cómo se produce el primer encuentro entre los dos protagonistas.

La película, en definitiva, está muy cerca de ser una de las obras mayores del cineasta (tal vez le falta más metraje, un guión más potente), y contribuye a aumentar más nuestra impaciencia mientras esperamos 'Lincoln', donde lo único seguro es que Daniel Day Lewis dará un nuevo recital. Y otra cosa, 'Caballo de batalla', si no me equivoco, es una de esas películas que se crecen en cada nueva revisión, siempre descubriendo algún detalle, alguna lectura, que se nos había pasado por alto.

PD: Para reforzar ese aire clásico, años 40, del film, no me digáis que el soldado que compra a Joey no es clavado a Leslie Howard. Ah, y ojo a la aparición de Benedict Cumberbath, el Sherlock televisivo, del que hablaremos en el próximo post.





SPOILERS

¿Por qué Spielberg procura ahorrarle cualquier disgusto al espectador en 'Caballo de batalla' y reduce al mínimo la crudeza de las escenas bélicas y las muertes? Las dos respuestas más obvias son que una extrema crudeza rompería el tono de cuento del film, y que ello podría alejar a determinados públicos de las salas y reducir la taquilla.

Pero hay una tercera. La práctica totalidad de las personas que se cruzan en el camino de Joey acaban muriendo, siempre fuera de cámara. Pero como dije, hay una muerte que se nos muestra en toda su crudeza: la del caballo negro del que Joey se hace inseparable. Mi teoría es que Spielberg solo exhibe esa muerte porque es la que más siente Joey, la única que le afecta de verdad, porque, de hecho, al igual que el espectador (y esa es la clave), Joey no ve morir a sus otros amos, ni siquiera sabe lo que les ha ocurrido, mientras que la muerte de ese caballo, al que ha tratado de ayudar en todo momento, le enloquece de dolor.

Y es que ya lo hemos dicho, la película es la historia de Joey, no la de su primer dueño ni los que vienen después, aunque también.

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