miércoles, 1 de agosto de 2012

Cuando la Serie B se convierte en superproducción



La adaptación cinematográfica del personaje de Solomon Kane, creado por el novelista Robert E. Howard, también padre de Conan, es una perfecta muestra de lo que suele ocurrir en el Hollywood actual: un presupuesto de lujo para un guión escrito en un rato. Un mal que parece contagiarse, ya que estamos ante una coproducción entre Francia, Gran Bretaña y República Checa para adaptar a un autor norteamericano al más puro estilo yanqui.

Si nos ceñimos al argumento y a su desarrollo, Solomon Kane no pasa de ser una película de serie B, con una trama vista mil veces que se sigue con desinterés, y con cierto toque gore en las escenas de acción. Sin embargo, la factura visual es de lujo. Decorados, vestuario, fotografía… La recreación de la época (Inglaterra, 1600) es portentosa y cada plano es deslumbrante en su descripción de los horrores que le toca vivir al protagonista, con lluvia, cielos grises y paisajes del medievo recreados a la perfección. Incluso los efectos especiales funcionan para darle verosimilitud al enemigo final.

Todo ello hace que se sobrelleve mejor el visionado de lo que no deja de ser una ‘aventura’ del tres al cuarto, con malos muy, muy, pero que muy malos… y un protagonista no tan bueno. Y es que el mayor interés de la trama reside en el propio Solomon Kane y su camino hacia la redención… de no ser por la torpeza en su desarrollo.

Para empezar, en el arranque ya se nos presenta a Kane como un malvado de tomo y lomo… hasta que le ve las orejas al lobo cuando el propio diablo acude a reclamar su alma. Por eso, y no por otra cosa, deja sus fechorías y trata de ser un hombre de paz, más para escapar al diablo que por otro motivo. Así que habrá que recurrir a malos malísimos para que vuelva a sacar su lado violento, ahora del lado del bien. Para darle algo más de hondura e interés se nos muestra el pasado del protagonista en algunos flashbacks y al final hay alguna que otra sorpresa… que ya me veía venir desde el principio.

JamesPurefoy hace lo que puede para darle empaque al personaje pero el batiburrillo religioso acaba indigestándose (no deja de ser curioso que este tipo de obras recurran a enemigos diabólicos cuando en la época que recrean quien mejor encarnó dicha maldad fue la iglesia católica con su inquisición).

Por otra parte, no he leído las obras de Howard, pero sí las adaptaciones al cómic, y resulta curioso que toda la acción del film transcurra en Inglaterra cuando en la historieta Kane vive sus aventuras en Estados Unidos, a donde emigra con los puritanos. Los cambios con respecto al cómic son notables, y apenas se conserva el carácter del personaje, con pasado oscuro pero ahora defensor del bien. Eso sí, aunque en la película tarda en lucir su ‘uniforme’, cuando lo hace, James Purefoy es la encarnación perfecta del personaje. Lástima que no se curraran más el guión, por cierto, escrito por Michael J. Bassett, también director del film, faceta en la que se luce bastante más, manejando con brío la acción.

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