miércoles, 22 de diciembre de 2010

Jeff Bridges vs Jeff Bridges

Lo primero: ni se os ocurra ver ‘Tron: Legacy’ en 3D. El mayor timo de la historia. Es la mayor decepción que he tenido con esta película. Esperaba que fuese la que mejor aprovechase esta tecnología después de ‘Avatar’, pero la sensación que tuve fue la de estar viendo una película en 2D todo el tiempo. Apenas la secuencia de las motos le saca algo de partido. De hecho, le saca más partido el tráiler de ‘Piratas del Caribe 4’ que echan antes, en serio.

En cuanto al film en sí… supera con mucho a su predecesora, no en vano está cerca de ser una copia pero con los efectos especiales actuales. Así, la mítica secuencia de las motos se queda en la misma comparación que un juego de Spectrum con uno de PlayStation. La misma ‘Tron’ (1982) no dejaba de ser un curioso experimento de Disney, fallido comercialmente pero luego convertido en film de culto, que en su momento fue tan innovador como para ser la primera película con efectos digitales, pero que hoy se ha quedado en prehistoria absoluta. Hablamos de una época en la que las pantallas de los ordenadores eran verdes, no existían Windows ni Apple y la única manera de utilizar un ordenador era mediante lenguajes como el Basic.

La trama no podía ser más simple ni más débil en cuanto a credibilidad: un programador quiere demostrar que el actual director de la mejor compañía de videojuegos le robó todos los programas en los que ha basado su éxito y un láser experimental le envía al interior de la computadora. Ahí Steven Lisberger, autor de la idea y ahora productor, imagina un universo en el que los programas son personas y Tron es un programa creado para ayudar al usuario, es decir, el programador Flynn.


La nueva entrega se ha currado más el argumento, aunque sin matarse. El film arranca unos años después del primero, con la desaparición de Flynn, y da un salto de un par de décadas hasta que su hijo entra en el mundo de la computadora, la red. Allí descubre que CLU (Copia Lógica de Usuario), el programa creado por su padre para controlar la red, se rebeló, asesinando a Tron e impidiendo que Flynn pudiera regresar. A partir de ahí, un derroche de acción y épica más o menos lograda (luchas con discos, luchas con motos, luchas con aviones…), reflexiones paterno-filiales y nuevas críticas al fascismo, ya que CLU, en su búsqueda de la perfección, aniquila todo aquello que considera imperfecto. Entretenimiento puro, no busquéis más, y pedid los mandos de la Play al entrar.

Pero por encima de todo, ‘Tron: Legacy’ es un festín para fans de Jeff Bridges, omnipresente en su doble interpretación de Flynn y CLU. Un derroche de carisma, con una interpretación muy superior a la que hiciera en la primera entrega, y que además constituye el mejor de los efectos especiales de este film. Me refiero a su interpretación de CLU, que aparece con el mismo rostro que tenía Bridges hace 30 años. Un efecto logrado gracias a la informática, sin que apenas se noten los retoques digitales. Es decir, estamos a un paso de que podamos ver en pantalla a un Harrison Ford de 30 años, o a James Dean, y que parezca real al cien por cien. Imaginad las posibilidades…

Por su parte, el hijo de Flynn cumple y la decepción viene por parte de Olivia Wilde (la 13 de ‘House’), no por ella, sino porque a su personaje parece que no acaban de sacarle el máximo partido y se diluye tras una espectacular entrada en escena. Eso sí, su uniforme ya no tiene las cartucheras de su predecesora… Mención aparte para Michael Sheen, con un breve papel que le vale para dejar huella gracias a un personaje que parece creado en homenaje al mejor Bowie, y para Bruce Boxleitner, el Tron original (y más conocido por series como 'El espantapájaros y la Sra. King' o la más reciente 'Babylon 5'), que aparece repitiendo el papel de programador que también interpretara en la primera entrega.

Oh, y Daft Punk lo ha vuelto a hacer. El dúo francés (que por supuesto aparece en la secuencia del club disco) firma la mejor banda sonora del año. Toman buena nota de las partituras de las últimas películas de Nolan (sus Batman y su ‘Origen’), a las que imitan en muchos momentos, pero le añaden desde fragmentos de espectacular sinfonía lírica a otros de música disco. Demasiado omnipresente a ratos, algo cargante en otros, pero sencillamente apabullante.


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