miércoles, 22 de febrero de 2012

Un Sherlock para el siglo XXI



La BBC ha demostrado con ‘Sherlock’ cómo mantener la esencia del personaje pese a trasladarlo a nuestros días. No hablamos de viajes temporales: lo que encontramos en esta serie es a un Watson que ha servido en la guerra de Irak y a un Sherlock Holmes que utiliza móvil y tiene un blog, ambos magistralmente interpretados por Martin Freeman y Benedict Cumberbatch, sobre todo este último, sensacional como Sherlock.

Quien piense que Sherlock parece demasiado freak en esta versión, que se lea la obra de SirArthur Conan Doyle, porque la personalidad del célebre detective es fiel al original, sobre todo en los diálogos. Y quien no esté familiarizado con las novelas y le vea parecidos más que razonables con House, aclaremos que los creadores del célebre galeno se inspiraron, pero mucho, en Holmes, tanto para esa personalidad fría, a la que le interesa más resolver un caso por el desafío intelectual que supone, que por capturar al criminal o salvar al enfermo, como para el uso de sus habilidades deductivas, sobre todo a la hora de calar a las personas. Y si no, revisen los dos primeros episodios de la última temporada de ‘House’, y observen cómo lo descubre todo de sus nuevas ayudantes (en la cárcel y fuera de ella) solo con mirar su ropa.

Menos acertados han estado a la hora de adaptar a Watson, que, por ahora en su etapa prematrimonial, a ratos es el perfecto contrapunto a Holmes, al que trata de humanizar, y a ratos, simplemente, desaparece y deja que el detective asuma todo el protagonismo.

Los creadores de esta nueva versión de Holmes sí han tenido el acierto de convertir a Mycroft Holmes y a Lestrade en personajes fijos, a los que se suma la dulce Molly, forense enamorada de Sherlock que no aparece en los libros y protagoniza algunos de los mejores momentos de la serie . También han convertido en otro personaje a la Londres más moderna y actual, por la que Holmes, como en las novelas, se mueve como pez en el agua. Por último, entre los hallazgos más notables, la justificación de su imagen con el célebre gorro orejero en pleno siglo XXI.

Por el contrario, era de esperar que Holmes dejara de ser un adicto a las drogas, pero se echa de menos su habilidad para el disfraz y una mayor presencia de los irregulares de Baker Street.



La serie, compuesta por capítulos autoconclusivos de hora y media, es decir, películas, peca de cierta irregularidad, y depende demasiado del guionista de turno. Así, en la primera temporada, arrancamos con un buen capítulo (basado libremente en el debut literario del personaje, 'Estudio en escarlata', y a cargo de Steven Moffat, quien ya relanzó 'Doctor Who') en el que se pierde mucho tiempo presentando a los protagonistas, pese a lo cual el enigma en cuestión resulta de lo más interesante. Más flojo resulta el segundo capítulo, con una trama demasiado alargada y poco atractiva, para llegar al punto culminante en el tercer episodio: una sucesión de minicasos contrareloj, a cual más desconcertante, mientras Holmes trata de descubrir quien está detrás de todo. En este caso el guión era de Mark Gatiss, cocreador de este Holmes con Moffat.

La historia se repite en la segunda temporada, que arranca con el, a mi juicio, mejor capítulo hasta ahora, nuevamente a cargo de Steven Moffat: el que presenta a Irene Adler, la única mujer de la que se enamoró Holmes, y en el que mejoran, con mucho, la historia original, 'Un escándalo en Bohemia'. Un capítulo sensacional de principio a fin, sin desperdicio, en el que la auténtica protagonista es Irene Adler, magilstralmente interpretada por Lara Pulver. Baste mencionar que, para eludir las dotes deductivas de Holmes, la primera vez que se encuentran ella aparece desnuda, de modo que el detective no puede descubrir nada de ella observando sus ropas.



Por el contrario, el segundo capítulo, basado en la novela ‘El sabueso de los Baskerville’, es el más flojo hasta ahora, con un Gatiss que esta vez naufraga. Nada que ver con el espectacular cierre de la segunda temporada, y último episodio hasta ahora, en el que Stephen Thompson se resarce de su primera entrega y sirve un impresionante e imaginativo duelo entre Holmes y su archienemigo, Moriarty. La juveninl versión de este último que nos propone la BBC me parece demasiado freaky, aunque acorde con los tiempos que corren, y se agradece el esfuerzo del actor que asume este rol, Andrew Scott. Como en la aventura de Irene Adler, el original ‘El problema final’, única aparición literaria de Moriarty, es ampliado y mejorado notablemente, con un giro final imprevisible. Y, tirando la casa por la ventana, el guionista va a por todas y se pone un tremendo desafío: justificar cómo se ha salvado Holmes. Y es que si en la novela su muerte ocurría sin testigos, aquí la hemos visto todos.

Habrá que esperar al estreno de la tercera temporada para ver cómo salen del atolladero. Pueden ustedes empezar a lanzar hipótesis.

PD1: La serie, que seguramente tendrá remake en los USA (ojo, parece que convirtiendo a Watson en una mujer), ha lanzado a la fama a sus dos protagonistas, que coincidirán en las dos entregas de 'El hobbit'. Freeman será Bilbo Bolsón y Cumberbatch dará voz al dragón Smaug. El nuevo Sherlock también será el villano de la segunda entrega de 'Star Trek' versión Abrams, y acabamos de verle en lo último de Spielberg, 'War horse'.





PD 2: Adoro esa canción, la original de Kate Bush, y sobre todo la versión de Placebo.

1 comentario:

  1. me ha encantado este blog miguel...yo tambien escribo de esto por ahi..me parece extraordinario el Sherlock actual...y como noticia te dire que su vuelta sera a principios del año que viene...gracias por tu informacion. Besos

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