sábado, 17 de agosto de 2013

'Anatomía de Grey 9': La privatización de la sanidad también llega al Seattle Grace


Y dura, y dura. Anatomía de Grey, la serie de médicos por excelencia, tras el final de Urgencias, ha cumplido ya las 9 temporadas y al menos tendremos una más. Cierto que ya lleva varios años de bajón, pero pese a todo sabe mantener un nivel por encima de la media que hace que valga la pena continuar asistiendo a las desventuras de los residentes del Seattle Grace.

Esta novena temporada, tal como se preveía (y esto es SPOILER si no has visto el desenlace de la octava) viene marcado por el accidente de avión con el que se cerraba la anterior entrega. Curiosamente, los nuevos capítulos empiezan mostrándonos las consecuencias de lo ocurrido, algún tiempo después, de manera que el espectador pueda hacer conjeturas sobre quien ha sobrevivido y en qué medida se ha visto afectado cada personaje, para luego mostrarnos lo ocurrido a modo de flashbacks, especialmente emotivos con la muerte de Mark Sloane.

Las consecuencias del accidente, la ausencia de los fallecidos, las amputaciones y los traumas, se arrastrarán hasta entrar en una segunda fase, en la que cobra protagonismo la indemnización que hay que pagar a las víctimas, con un inesperado giro de los acontecimientos… que llevará a una reflexión sobre la sanidad privada y su obsesión por hacer negocio a cualquier precio… que aquí en España nos llega en un momento muy oportuno. Y de ahí a la tercera fase de la temporada, con varios de los protagonistas como nuevos dueños del Seattle Grace, lo que abre nuevas posibilidades.

Mientras, por lo que respecta a los personajes principales, Meredith nos aburrirá con su embarazo en tanto se alarga y se alarga la historia de Cristina y Owen, que volcará su deseo de paternidad en un chaval que está a punto de perder a sus padres.

Hablaba de amputaciones, y concretamente me refería a Arizona, que tendrá que superar su trauma para retomar su matrimonio con Callie… hasta la inesperada sorpresa final, no demasiado creíble. Lo de Kepner y Jackson no irá a ningún sitio, y toda la temporada sera un quiero y no puedo en cuanto a volver a juntarse, mientras cada uno inicia otras relaciones. En fin, dos personajes ya sin ningún interés, y eso que apuntaban maneras.

Las novedades vienen de la mano de los nuevos internos, entre los que apenas destaca el nuevo bombón del que se prendará Carew, en una relación bastante bien llevada y con sorpresa final. Del resto: un nuevo ligue pasajero para Jackson, un 'George' de color más humorístico, una rarita que cae mal, y mira tú por donde, Tina Majorino, la niña de Waterworld (1995), que también será utilizada básicamente para chistes.

Incluso Bailey pierde interés en esta temporada, en la que solo pasa al primer plano con su boda, uno de los mejores capítulos, que sirvió para hacer el parón de media temporada, y con la trama final. Dos historias en las que también tiene un papel decisivo Webber, que sigue siendo lo mejor de la serie, ya sea en su version cómico-romántica –con Debbie Allen más presente que nunca- o sobre todo en su version más humana y dramatica: mucho ojo al plano final de la temporada.

Un desenlace que, al igual que en las últimas entregas, vuelve a meter toda la carne en el asador con una nueva catástrofe. Hemos tenido ya un tiroteo y un accidente de avión, así que toca una tormenta devastadora, que vuelve a poner a prueba al Seattle Grace. Un hospital que ha vivido tiempos mejores, pero que sigue manteniendo el tipo más que bien, sobre todo cuando el drama gana peso frente a los momentos cómico-sexuales.

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