Decía Tom Hanks en una entrevista que cuando habló con los hermanos
Wachowski para incorporarse al reparto de El atlas de los nubes estos lo
convencieron diciéndole que pretendían hacer un cruce entre 2001 y Moby Dick.
Apuntaban alto los creadores de Matrix, pues, y diría que se han quedado lejos
de sus expectativas, aunque su película es una de las más estimulantes de la
temporada.
Adaptación de la obra de David Mitchell, a la que tal vez no sea conveniente denominar
novela, puesto que al parecer propone una mezcla de estilos literarios poco
usual, El atlas de las nubes nos propone no una, sino seis historias, cada una
en una época histórica distinta. De este modo, el film avanza y retrocede en el
tiempo, pero solo al pasar de una historia a otra. Dentro de ellas no hay
flashbacks, sino que las seis avanzan de manera lineal, en paralelo, a
excepción del prólogo, un batiburrillo de imágenes a modo de tráiler de lo que
vamos a ver (y repito que el tráiler oficial es de lo mejorcito que he visto últimamente).
Seis historias, la mayoría de las cuales no son nada del otro mundo, sino
revisiones de tramas vistas mil veces, de manera que cada una por sí sola no
pasa de correcta, siendo el conjunto lo que le da valor a la propuesta. Ahí, el
truco del film reside en proponer al espectador buscar la conexión entre las
distintas tramas, una conexión que finalmente, y aquí puede venir la decepción,
es mucho más tenue de lo que pudiera pensarse en un principio, e incluso
inexistente en la mayoría de casos.
La película engarza hábilmente unas historias con otras, de manera que la
primera se convierte en un diario que lee un personaje de la segunda; esta se
convierte en unas cartas que lee un personaje de la tercera; esta en una novela
que lee un personaje de la cuarta; esta en una película que ve un personaje de
la quinta… y hasta aquí podemos contar, dado que las dos últimas historias,
ambas ambientadas en el futuro, son las que están más relacionadas entre sí… o
tal vez no tanto.
Para reforzar esa sutil conexión entre historias, el reparto se multiplica,
de modo que la práctica totalidad del mismo asume un papel en la mayoría de
épocas, con constantes cambios de look, destacando las transformaciones de
Halle Berry y Doona Bae en mujeres de raza blanca. Ello contribuye a que el espectador
trate de buscar consecuencias y efectos de las acciones de una historia en las
posteriores, pero realmente no es esa la propuesta de El atlas de las nubes, al
menos del libro.
Lo que se nos ofrece ante nuestros ojos es un canto a la libertad, perseguida
en todas las historias, donde siempre encontramos un tipo de esclavitud, más o
menos evidente, y más aún, la lucha contra lo establecido, defendiendo que cada
uno debe buscar su destino, sin importar los obstáculos que encuentre para
tratar de realizarse. No es de extrañar que los Wachowski se hayan interesado
por una historia cuyo motor es el ir contra las convenciones sociales, si
tenemos en cuenta que uno de los hermanos cambió de sexo hace unos años.
Por sintetizar, la primera historia, la más floja sin duda, aborda la
esclavitud racial en su época de esplendor; la segunda, la más lograda para
quien escribe estas líneas, es la historia de El atlas de las nubes, una
composición musical, y de su autor; la tercera es un thriller al estilo de los
70; la cuarta aporta el toque de comedia, desde su arranque surrealista hasta
desembocar en la huida de un asilo; la quinta nos ofrece por enésima vez un futuro
distópico, en el que los minijobs parecen cosa de risa comparados con la explotación
de los trabajadores que se nos muestra; y la sexta va más allá en el futuro,
hacia un periodo tal vez condicionado por lo ocurrido en la historia precedente.
La clave, por encima de todo, es el montaje, la manera de ir engarzando las
escenas y pasar de una historia a otra, la selección de cada salto adelante y
atrás. Ahí es donde los Wachowski muestran su maestría para narrar lo que en el
fondo es una única historia, con el hombre buscando su libertad, por distinta
que sea su situación y el obstáculo que encuentra en el camino. Tal vez el film
resulte algo confuso, pero esa sensación desaparece si uno está atento y se
deja llevar por la trama. Y pese a durar 2 horas y 45 minutos, se pasa volando.
Los Wachowski, eso sí, no han estado solos en este proyecto, que incluye a
un tercer director, el alemán Tom Tykwer. Y apostaría a que es él quien se ha encargado
al menos del segundo fragmento, con el mismo protagonista que su adaptación de El perfume, Ben Whishaw, que aquí brinda la
mejor interpretación de El atlas de las nubes, al tiempo que la más bella
historia de amor de cuantas jalonan el film, precisamente la única homosexual. Por su parte, los Wachowski están detrás, imagino, de la historia de Sonmi, con ambientación y acción a lo Matrix.
En cuanto al resto del reparto, Halle Berry da la impresión de estar
bastante perdida, mientras Tom Hanks se lo pasa en grande transformándose con
el maquillaje y luciendo su vena más histriónica con toda una serie de personajes
oscuros. Eso sí, para encarnar al mal los Wachowski vuelven a recurrir a Hugo Weaving, el
Mr. Smith de Matrix, que demuestra ser una elección plenamente acertada, al
igual que la de Jim Broadbent, perfecto tanto si se trata de ser bondadoso como
perverso. Hugh Grant tampoco se lo pasa mal, aunque no tiene la relevancia de cierto personaje de Hanks, y Susan Sarandon pasaba por allí, mientras que Doona Bae, doblaje aparte, es la revelación del film en un difícil papel.
Huelga decir que estamos ante lo mejor de los Wachowski, sin quitarle
méritos, que los tiene, a la trilogía Matrix, y que El atlas de las nubes es de
lo mejor que puede verse ahora mismo en la cartelera, con una original
propuesta que tal vez nos cuenta lo mismo de siempre, pero de una manera revolucionaria,
y con un mensaje a suscribir. Sin olvidar una excepcional banda sonora, sobre todo en lo referente al tema principal.
El detalle: A tenor de lo visto en la gran pantalla, el autor de El atlas
de las nubes se marca, no uno, sino dos homenajes a Soylent Green, una de las
obras de culto de la etapa en la que Charlton Heston se dedicó a la ciencia-ficción.
Menos famosa que El planeta de los simios, o incluso que aquella versión de Soy
leyenda titulada El último hombre vivo, en Cuando el destino nos alcance, que
es como se tradujo aquí la película, el hambre se ha resuelto gracias a la
comida sintética denominada Soylent Green, que como el protagonista descubrirá...
SPOILER
...no es otra cosa que la carne de los muertos procesada. En El atlas de las
nubes, además de una jocosa referencia en la historia del asilo, el autor lleva
esta idea a sus últimas consecuencias, ya que la combina con La fuga de Logan y
su versión moderna, La isla, de modo que cuando acaba el periodo de servicio de
los ¿clones? y estos creen que van a ser llevados al paraíso, son asesinados y su
carne se utiliza para fabricar la comida… de los propios clones.
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