domingo, 3 de marzo de 2013

'La conspiración': Cuando el fin no justifica los medios



En tiempos de guerra la ley enmudece

Concluyo mi particular trilogía dedicada a Lincoln con un film que podría ser la secuela del de Spielberg, aunque se estrenó un par de años antes, ya que aborda el juicio a quienes conspiraron para asesinarlo, en este caso desde la óptica de Robert Redford en su último trabajo como director hasta la fecha.

Y si en la cinta de Spielberg vemos cómo el presidente norteamericano utiliza cualquier medio, por rastrero que sea, para acabar con la lacra de la esclavitud, del sojuzgamiento de un ser humano por otro, aún a costa de saltarse las leyes, mentir al Congreso e incluso prolongar innecesariamente la guerra civil con la consecuente sangría humana, aquí vemos cómo su gobierno tampoco duda a la hora de dar un castigo ejemplar a sus asesinos para escarmentar al bando que ha perdido la guerra y satisfacer las ansias de venganza del bando ganador… aún a costa de que por el camino pueda pagar un inocente.

Recordemos que el título original es La conspiradora (y no La conspiración (2010), como se ha traducido aquí), puesto que la acción se centra en la defensa de la única acusada por el crimen, Mary Surratt, dueña de la casa de huéspedes en la que al parecer se gestó el magnicidio. Ella insiste en su inocencia pero no la cree ni el ayudante de su abogado, un soldado yanqui tan deseoso de ajusticiarla como el que más, y que acaba siendo su abogado principal dado que el original es sureño y eso no va precisamente en beneficio de la acusada.

El joven abogado encarnado por James McAvoy, que vuelve a mostrar convicción pero poco más, empieza a investigar y a tener cada vez más dudas sobre la culpabilidad de su defendida, al tiempo que va descubriendo todas las tretas de la fiscalía, el gobierno y el propio presidente, que no se detendrán ante nada para conseguir el veredicto y la pena que desean: horca para todos. Empezando por obligar a que unos civiles sean juzgados por un tribunal militar.

Redford siempre se ha mostrado comprometido con los derechos sociales, y si en su film anterior, Leones por corderos (2007), criticó a la administración Bush Jr. por las mentiras sobre las armas de destrucción masiva en Irak y la gestión de dicho conflicto, aquí insiste en el derecho a un juicio justo en cualquier circunstancia. Esto es, en el respeto a ultranza de la ley y la Constitución… justo algo que Lincoln se saltó a la torera. ¿Lo justificaban sus fines? He ahí la pregunta.

Por lo que respecta al valor del film, Redford mantiene una línea clásica, muy al estilo Eastwood, e incluso no lejos del Spielberg de Lincoln, para ofrecernos una película ‘de juicios’ a la antigua usanza, que alcanza toda su fuerza en el tramo final, donde, como en Lincoln y Argo, aunque conozcas el desenlace histórico, te mantienen en tensión. Como ocurre en estos casos, también se toma ciertas libertades al adaptar los hechos históricos, para simplificar las cosas, como reducir drásticamente los 31 testigos que llamó la defensa o presentarnos a un solo abogado cuando en realidad fueron dos.

Curiosamente, el film con el que abrí esta trilogía, El joven Lincoln de John Ford, hubiera sido bastante parecida a La conspiradora de haberse rodado con los medios de hoy en día, además de coincidir en uno de sus temas: la lucha de una madre por su hijo.

Si algo sobresale en esta película, más allá de la recreación histórica, es la iluminación, recurriendo en todo momento a fuentes naturales, lo que le da un gran realismo. Por lo que respecta a las interpretaciones, se beneficia de secundarios de lujo como Kevin Kline, Danny Huston, Colm Meaney, y sobre todo Tom Wilkinson, y de dos jóvenes estrellas femeninas emergentes como Evan RachelWood y la televisiva Alexis Bledel, aunque la mejor interpretación corre a cargo de Robin Wright como la acusada, en uno de sus mejores papeles.

El detalle: Los fans de The walking dead, Boardwalk Empire y Black mirror encontrarán a algunos de los secundarios de dichas series en el reparto.

Y ahora vamos con algunos SPOILERS


El momento cumbre del film, donde Redford muestra su talento, es la escena de la ejecución, una de las más crudas que se hayan filmado, y donde los sentimientos del espectador son muy distintos a los de, por ejemplo, la ejecución final de El intercambio de Eastwood.

Y la vida real tiene esas paradojas. Mary Surratt fue ajusticiada por conspirar para matar a Lincoln, cuando todo apunta a que era inocente. En cambio, su hijo, que seguramente sí lo hizo, se salvó. ¿Por qué? Como explican los títulos finales del film, apenas un año después de la ejecución el Tribunal Supremo prohibió que un tribunal militar juzgase a civiles, incluso en tiempo de guerra. Esto propició que a John Surratt le juzgase un tribunal civil, integrado por yanquis y sureños, que no pudo alcanzar ningún veredicto, por lo que quedó libre.

A destacar también que el protagonista, tras dejar por motivos obvios la abogacía, se convirtió en el primer editor de The Washington Post, supongo que para hacer lo que no le habían dejado durante el juicio: denunciar los oscuros manejos de la administración y defender los derechos civiles.

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