Durante la mayor parte de la primera temporada de Homeland, esa que por lo visto
Cuatro está a punto de estrenar (creo que llevan ya un año anunciando Touch, lo
nuevo de Kiefer Sutherland), uno tiene la misma sensación que tras ver Argo:
buen nivel de calidad, buena trama, buena dirección, buenos actores,
entretenimiento y algo más, pero ningún motivo para que se haya llevado tantos
premios. Y es que recordemos que Homeland lleva dos temporadas consecutivas alzándose con el
galardón a mejor serie dramática de los Globos de Oro y lo mismo hizo en su
primera temporada con los Emmy. Pero en eso llega el capítulo 7 y… Pero no
adelantemos acontecimientos.
Homeland es lo nuevo de los productores de 24, guionistas, directores y
autor de la banda sonora incluidos, lo que se nota, y mucho. Pero Homeland no
es 24, aunque podríamos decir que tenemos a Jack Bauer por partida doble. Por
un lado, esa versión femenina que interpreta Claire Danes, obsesionada con que
un marine que acaba de ser rescatado tras años cautivo de Al Qaeda es en
realidad un terrorista infiltrado, y tan dispuesta como Bauer a llegar hasta el
final, no importa a qué precio, si de salvar inocentes se trata, que en el
capítulo 10 se marca un interrogatorio en el que demuestra cómo apretar bien
las clavijas sin recurrir a la violencia… física. Y por otro, la respuesta a
¿qué hubiera pasado si terroristas islámicos hubieran retenido prisionero a
Bauer durante… 8 años? ¿Cómo sería el regreso a la patria (Homeland), y al
hogar familiar? ¿Habrían podido doblegar su voluntad los terroristas?
Las primeras diferencias con 24 empiezan en el estilo de la serie, con una
dirección aquí más sosegada y elegante (la banda sonora, también de Sean Callery, es lo
mejor que ha hecho hasta la fecha), más lenta y mucho menos frenética si se
quiere, pero que también atrapa al espectador con idéntica eficacia.
Pero la clave de Homeland es que aquí importa más el drama, los
sentimientos y las relaciones personales que el thriller, para bien o para mal.
Se ocupan más de construir personajes que de avanzar en una trama de espionaje,
aquí sí, en el más puro estilo 24, y con la política de nuevo como eje cada vez
más crucial.
A pesar de todo, la serie no pasa de correcta, y queda muy lejos de otras
de las grandes del momento, como Juego de Tronos o Boardwalk Empire… hasta que
llega el capítulo 7. Una hora de duración para narrar 24 horas
(¿autohomenaje?), más o menos, tras las cuales nada será lo mismo, y donde
precisamente las relaciones entre los protagonistas sufren cambios más que
drásticos. Un episodio, precisamente, en el que el thriller desaparece casi por
completo, y que por cierto, dura una hora, cosa bastante habitual en esta serie.
Luego toca vuelta a la normalidad, a seguir con las investigaciones habituales y
al tono habitual de la serie, hasta el capítulo 11, donde Claire Danes acaba de
ganarse su primer Globo de Oro y Emmy a la mejor actriz dramática, por si no lo
hubiera hecho ya con creces. Ella es, de lejos, lo mejor de Homeland, al igual
que Mandy Patinkin, que desborda humanidad con su interpretación. Que a este
hombre, y solo he visto la primera temporada, aún no le hayan dado ningún premio
como secundario, resulta vergonzoso. Y vaya por delante que sus escenas con
Claire Danes son de lo mejor de la serie.
El final del episodio 11 es brutal, demoledor, y aún falta el remate final,
un capítulo doble de una hora y 20 minutos en el que la tensión no deja de crecer
hasta llegar a un desenlace, en parte cerrado, en parte dejando la puerta abierta a
una continuación en la que todo indica que no van a dejar de pisar el
acelerador.
Por lo que respecta al resto del reparto, Damian Lewis defiende más que bien el personaje de Brody,
lleno de matices y caras, que aún puede dar para mucho, y el resto cumple con
lo que le toca.
El detalle 1: No estamos ante una obra completamente original, puesto que, como viene siendo cada vez más habitual, la televisión yanqui se inspira en una serie extranjera, en este caso la israelí Secuestrado.
El detalle 1: No estamos ante una obra completamente original, puesto que, como viene siendo cada vez más habitual, la televisión yanqui se inspira en una serie extranjera, en este caso la israelí Secuestrado.
El detalle 2: Ya nos hemos acostumbrado a que las series de cable
norteamericanas abunden cada vez más en desnudos y escenas de cama, pero en
Homeland resulta curioso que prácticamente todo el erotismo se centre en los
primeros episodios, como queriendo enganchar al espectador, para luego casi
desaparecer por completo.
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