De pequeño, mi hermano leía los tebeos de los Transformers, así que ese fue
mi primer contacto con la creación de Hasbro. Desde luego nunca fueron unos
‘personajes’ que me dijeran demasiado, más allá del eterno enfrentamiento entre
el bueno de Optimus Prime y el maloso de Megatron… (inciso: ah, sí, y
Cortacircuitos, una joven científica que luchaba contra todos los robots y que
iba siempre desnuda, cubierta apenas con unas placas de metal que dejaban poco
a la imaginación. Cuando tienes 15 años, ese tipo de imágenes se te quedan
grabadas, lástima que hayan prescindido de ella en la versión cinematográfica)…
Que Spielberg decidiese jugársela para exprimer el filón y encima le
confiase la tarea a Michael Bay no me hizo precisamente mucha ilusión, y aunque
la serie prepara ya la cuarta entrega, he pasado muy mucho de la misma y no he
visto las dos primeras entregas hasta la enésima vez que las han pasado por
televisión. Y ahí va mi veredicto:
A pesar de todo, Transformers (2007) mantiene el tipo. Demasiado metraje y
demasiado tiempo perdido. La cosa va avanzando de cualquier manera, presentando
a los personajes, explotando el improbable romance entre el nerd y la bomba sexual del
instituto, y definitivamente parece que todo se va al garete cuando los
transformers, que parecen salidos de una comedia para afroamericanos (toque
racista de Bay…) llegan a la casa del protagonista en una secuencia demencial
que quiere ser divertida…
…y más demencial se vuelve con la aparición de un John Turturro pasadísimo
de vueltas, hasta que llega el último tramo del film, como 45 minutos de pura
épica en los que aparece el mejor Bay, ese capaz de mostrar la acción como
nadie y de hacer que te olvides de que estás viendo pelearse a unos ¡robots que
se transforman en coches! y te quedes clavado a la butaca. Ey, incluso te
tragas el romance entre los protagonistas.
Otra cosa es que la ¿historia? no tenga ni pies ni cabeza, o que (y esto es
cada vez más habitual en el cine de acción USA dirigido a adolescentes) el protagonista
no solo no tenga ya el menor carisma -Shia Labeouf tampoco es que ayude mucho,
y ahí Megan Fox le golea- sino que no muestra ninguna cualidad que le convierta
en un héroe. Simplemente, lo es porque sí.
Pero si lo que buscáis es acción, habéis encontrado a vuestro hombre,
aunque durante una hora larga se haya ido por los cerros de Úbeda -léase aquí
el momento-comedia-.
Otra cosa es Transformers: La venganza de los caídos (2009). Algo más comedida en su
metraje, directa al meollo como secuela que es, resulta más pobre en todos los
sentidos. Los protagonistas ya son pareja, así que la excusa es que él se va a
la universidad, con el peligro de que la distancie los separe… sigh! En cuanto
a los robots, pues más de lo mismo, con esa parte de comedia insufrible y la acción
mucho más rutinaria.
El film apenas se salva porque todo el último tercio tiene como escenario
Egipto, con batallas entre las pirámides, la Esfinge y otros monumentos, pero
sin alcanzar en ningún momento las cotas épicas de la primera entrega, que
cuando se deja de chorradas, acierta de pleno.
Lo único que mejora es Turturro, aquí mucho más acertado, aunque por el
contrario se prescinde de Rachael Taylor, el otro atractivo femenino del primer film,
mientras Megan Fox, con mucho menos papel, queda ya como mero adorno y reclamo
para el público masculino.
El detalle: Si Megan Fox se convirtió gracias a esta saga en estrella
fugaz, ahora bastante intermitente, la australiana Rachael Taylor se ha dedicado más a la
televisión, aunque sin excesiva suerte. No le ha faltado trabajo, pero tras su
breve aparición en la séptima temporada de Anatomía de Grey tanto la nueva
versión de Los Ángeles de Charlie como 666 Park Avenue han sido canceladas tras
su primera temporada.
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